Una mujer y su hijo cruzan ahora la calle Monroe.
El Niño, en delantal celeste y pantaloncitos blancos, no mira en ningún momento del trayecto a los autos que doblan pudiendo matarlo; permanece extasiado besando el brazo de su madre que lo sostiene- besa esa brazo y sonríe.
Supuse que esto alegraba a la madre, un hijo besándola sin parar, arriesgando su vida por besarla; sin embargo, agarra al niño de una orejita y se la retuerce con encono.
Supuse que esto desagradaría al niño; sin embargo, su risa se acentúa y comienza a besar el brazo con mayor intensidad.
Federico Levín
OLIVERIO (2006)
FREUD, EL PSICOANÁLISIS Y EL COMPLEJO DE EDIPO
Según Hermann Broch "el transfondo cultural de la vida y la obra de Freud era Viena y los años decisivos para él fueron los del cambio de siglo.
La idea del psicoanálisis nació en esta atmósfera austríaca, o mejor contra esta atmósfera".
EL ambiente de la Viena del fin del siglo XIX desempeñó un papel de primer orden en la obra de Freud, que dio lugar al nacimiento de la teoría psicoanalítica.
La crisis del liberalismo austríaco y la crisis civilizatoria que se desarrolló, en Viena afectó la escala de valores. Desde las estructuras patriarcales y familiares, hasta los roles sociales, profesionales y sexuales, pasando por los valores éticos, llegó incluso a cuestionar el principio de realidad y al estatus del Yo. Debido al estallido de la relación problemática entre sujeto y objeto, contribuyeron a gestar la teoría freudiana.
Freud a través de la teoría psicoanalítica trató de afrontar la disolución de la civilización presente en el decadentismo vienés, por medio de su interpretación del narcisismo, que articuló mediante su teoría de las pulsiones, entre Eros y Thanatos -o la pulsión de la muerte-.
Freud intentaba dar con una teoría general que posibilitase la reconstrucción de la racionalidad en crisis por caminos distintos a los propuestos por Karl Marx y Ernst Mach, sobre la base de la restitución psicológica del sujeto, a través del restablecimiento de las relaciones entre el inconsciente y la esfera consciente que superase la disolución del sujeto.
Para Freud, era necesario sacar a la superficie los deseos irrealizables propios de la naturaleza humana, reprimidos por el proceso civilizatorio de toda cultura, frente a la huida de la realidad en un mundo de sueños contenida en el movimiento secessionista.
En contraposición a Karl Kraus, propugnó que la liberación sexual debía manifestarse, mediante el análisis, en el "rechazo de las pulsiones sexuales desde el punto de vista de una instancia superior".
Hofmannsthal y Schnitzler reaccionaron a su vez contra las pretensiones normalizadoras del psicoanálisis freudiano. Schnitzler decía: "Ciertamente intentamos, en lo posible, crear un orden dentro de nosotros, pero este orden es sólo algo artificial. Lo que es natural es el caos... Los caminos que llevan a la oscura región del alma son mucho más numerosos que los que sueñan (e interpretan) los psicoanalistas".
Freud en la primera fase de su teoría de la neurosis, influenciado por el malthusianismo y la relación conflictiva entre el ideal higienista y la dependencia represora de los hijos respecto de los padres, identificó el origen de la neurosis en el orden moral vigente, que impedía la realización satisfactoria de la pulsión sexual. Por ello se hacia necesaria la liberación de los comportamientos sexuales, pero también de las esferas de la educación, el lenguaje y el pensamiento.
Algunos años más tarde, en 1897, totalmente insatisfecho con esta explicación de la neurosis la consideró superada y a partir de ese momento situó las causas de la neurosis en la propia sexualidad y no en el orden moral.
De esta forma, Freud pretendió salvar el orden moral y, por tanto, racional, desplazando desde la figura del padre, representante de ese orden, hacia las pulsiones sexuales del individuo en su infancia los orígenes de la neurosis, culpables del desorden psicológico que ponía en peligro el orden moral.
En la interpretación freudiana del complejo de Edipo las agresiones proceden siempre del niño.
En la interpretación de los sueños, fechada en 1900, Freud prosiguió su tarea de rehabilitación del orden social. Los síntomas neuróticos, lapsus, temas oníricos... fueron explicados por Freud como resultado de fantasías, impulsos reprimidos o, dicho con otras palabras, como deseos inconscientes.
La revolución se transformó en un sueño edípico, que debía ser resuelto en la consulta del psicoanalista.
Sin embargo, la pretensión freudiana de salvar el orden de la moral social no resultaba tan sencilla, y en 1912 se vio obligado a desarrollar otra teoría mítica de la civilización en Totem y tabú.
En ella se reconocía la represión sexual por parte del padre, (aunque la situaba en los albores del nacimiento de la civilización), a través de la prohibición del incesto, que dio lugar a la aparición del complejo de Edipo.
La superación del mismo estableció la renuncia al incesto y al parricidio -y con él, a la revolución- y el respeto del resto de los tabúes.
En más allá del principio del placer, aparecido en 1920, Freud no pudo ignorar los efectos de la Primera Guerra Mundial en la aparición cuadros neuróticos, por lo que tuvo que recuperar con mayor vigor la pulsión entre amor y muerte. De esta manera, para Freud Eros y Thanatos se constituyeron en "las fuerzas primordiales cuyo conflicto domina todo misterio del mundo". Después de la Gran Guerra ya no era posible seguir manteniendo que todos los sueños representaban una satisfacción de los deseos reprimidos; que todo estaba, por tanto, sometido al principio del placer. Lo social, el orden moral volvía a reaparecer con fuerza a la hora de explicar el desorden del sujeto, a través de la relación entre inconsciente y consciente. La solución a la crisis civilizatoria mediante la culpabilización de la sexualidad infantil -como origen de la neurosis- se tornaba enormemente problemática tras la hecatombe de la Gran Guerra.
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